Con la blusa vacía y los ojos inmensos
de soportar las lágrimas que no saben caer,
llegó calladamente. Maduros y propensos,
flotaron en la noche pecados sin hacer.
Y yo vi sus diez dedos marchitos de agonía
jugando a ser amados sobre aquel alfiler;
y vi su enorme ojera morada que crecía
como un mar insondable que vive de mujer;
y me quedé sintiendo su pobre boca seca
-que inundó de palomas tristes la biblioteca-,
sus piernas respetadas, su sexo sin llover,
y fue tan misterioso mi corazón pequeño
que tuve que ser fuerte para no usar el sueño
de regalarle mi hombre en ese anochecer.
CARILDA OLIVER LABRA
CUBA
de soportar las lágrimas que no saben caer,
llegó calladamente. Maduros y propensos,
flotaron en la noche pecados sin hacer.
Y yo vi sus diez dedos marchitos de agonía
jugando a ser amados sobre aquel alfiler;
y vi su enorme ojera morada que crecía
como un mar insondable que vive de mujer;
y me quedé sintiendo su pobre boca seca
-que inundó de palomas tristes la biblioteca-,
sus piernas respetadas, su sexo sin llover,
y fue tan misterioso mi corazón pequeño
que tuve que ser fuerte para no usar el sueño
de regalarle mi hombre en ese anochecer.
CARILDA OLIVER LABRA
CUBA
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