viernes, 15 de febrero de 2008

DESNUDO Y PARA SIEMPRE


Errática,
sin vino,
profesional del fósforo,
cuando tú
haciendo un remolino de ilusiones,
con ese estruendo del laurel,
desnudo y para siempre entraste bajo el agua.

Un poco demasiada,
como mirándome los pies,
cuando tú,
domingo rápido,
parada del vidrio,
hincaste el baño con tu gesto de animal profundo.

El agua,
ay,
quedó colgando entre mis ojos y tu carne
como una telaraña, desnudándote más.
Entendida por el demonio,
bárbara,
tuve un acceso de locura,
un punto apenas de explosión atómica,
un apogeo del clavel preciso
y creí.

(Creer es desear tu sexo y darle de comer a una paloma)

Se fue cayendo
la mañana.
El vicio de la estrella
saliendo así de entre tus párpados
era la luz
que yo he llamado lágrimas;
relámpago que empieza aquí y después de verle
no morimos.
(Vete,
dolor que lo menciona:
al innombrable se le pone tumba,
en paz quedamos
y luego va una por el mundo como quien nunca tuvo
cosas inmortales).

Estaba, sí, después del beso,
pidiéndole perdón a las paredes;
estaba como pariéndome otra vez,
como de niña bajo el vientre,
como palideciendo mucho,
como casi,
como empezando a ser
cuando
desnudo y para siempre entraste bajo el agua.

Todo el naufragio se paró de pronto,
todo en octubre se hizo pan,
misericordia el tiempo.
Otoño. estatua germinal del cuarto,
lúgubre hermosura de los huesos;
sin usarme,
sin yo misma,
naciendo a los temblores importantes,
a la pequeña abertura de la dicha
si llueve y canto;
más tú que nada,
médula del presagio,
sólo un negocio del asombro,
sólo un trémulo palacio donde goteaban
noes ineluctables,
sólo la música que escuchó el verdugo,
azucenado nervio,
estaba
cuando
desnudo y para siempre entraste bajo el agua.

CARILDA OLIVER LABRA
CUBA

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